viernes, 28 de septiembre de 2012

A nosotros nos 'casa' un actor

Cada vez más parejas celebran bodas ficticias 'oficiadas' por intérpretes - Antes o después de la ceremonia contraen legalmente matrimonio

Madrid. El País, 16-01-2011
Imposta la voz. Y se dirige a los invitados: "Por favor... apagamos los móviles, vamos tomando asiento y dejamos el pasillo central libre para que los novios puedan acceder con comodidad". Ignacio Sánchez es un actor aficionado que oficia bodas. En realidad, son más bien ceremonias idénticas a bodas pero en las que realmente no se celebra un matrimonio legal. El oficiante no es alcalde, concejal ni juez de paz sino un actor (o una actriz) interpretando un papel. Algo que a veces saben todos los presentes, a veces solo los íntimos y a veces únicamente los novios. Un show que a menudo empieza con la música de la película Gladiator, la preferida de los novios para hacer su entrada solemne, asegura el oficiante.

Empresas especializadas organizan enlaces personalizados

Los rituales estrambóticos son fruto de la "sociedad del espectáculo"
Es un fenómeno creciente, ligado a la proliferación de las llamadas "bodas personalizadas" que se suelen celebrar en fincas donde una pareja puede hacer que se casa en un jardín un sábado a la caída de la tarde. Un momento que suele resultar inoportuno a muchos concejales.
Sánchez cuenta que, de todos modos, lo esencial no falta nunca: lectura de los artículos 66, ("el marido y la mujer son iguales en derechos y deberes"), el 67 y el 68 del Código Civil, el intercambio de los anillos y el beso, "momento apoteósico donde los haya". Él marca la pauta. "Estar ahí me parece un privilegio. Debes acrecentar la fiesta sin robar protagonismo", afirma este publicista -así se gana la vida- que "desde el cole era muy teatrero".
Susana Serrano, 31 años, y Nicolás Almagro, 34, se casaron el viernes pasado por lo civil ante una juez en Córdoba en compañía de los imprescindibles testigos y de su bebé. "Hoy he ido solo a firmar", aseguraba ella horas después. El día realmente importante para ellos fue hace tres meses, el 16 de octubre. Entonces celebraron su boda: ella de largo, de verde, él de traje sin corbata, ante 100 invitados y, como manda la tradición, en el lugar que la novia eligió: la casa de campo de sus padres en Trassiera, a las afueras de Córdoba.
"No queríamos una boda por la Iglesia, sino juntarnos y celebrar con la familia más cercana el bautizo y nuestra unión". El bebé de ambos fue bautizado horas antes en la iglesia local. Ella no era partidaria, pero su ya marido ganó esa batalla. Aquel sábado de octubre, Loreto S, actriz profesional le pregunto "Susana, ¿quieres a Nico como esposo?" ante las dos madrinas y el resto de los allegados.
Loreto S. entró en este negocio por casualidad hace cinco años. "El concejal dejó tirada a una pareja dos semanas antes [de la boda] con el banquete, los trajes... todo organizado. Y me pidieron que me hiciera pasar por una concejala. Solo lo sabían los novios y los padrinos". Ahora hasta tiene una empresa, Actoswing. La boda personalizada lo abarca prácticamente todo: un trío de jazz, un mago que hace aparecer una paloma que trae las alianzas ("una pareja con un amigo cetrero lo hizo con un águila", recuerda Sánchez), una boda rociera o inspirada en La guerra de las galaxias. Los clientes tienen la palabra.
Al margen de excentricidades, las parejas suelen buscar eludir la frialdad y las prisas de muchas ceremonias oficiales sin pisar un templo católico. El catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid Alfonso Pérez Agote, que desconocía este fenómeno, lo enmarca en la llamada sociedad del espectáculo. "Los rituales van perdiendo su sentido objetivo y la apariencia es mucho más importante".
Bodas a la medida. Los actores se sientan con la pareja y diseñan la ceremonia mano a mano. "Yo les cuento mi repertorio y los novios eligen el tono, el ambiente, los poemas, si la quieren seria o divertida", explica Xavier Calderer, 50 años, que fue miembro de la compañía de teatro Dagoll Dagom y hoy es lo que en su mundillo denominan un mercenario: "Vamos adonde nos pagan más". Debe ser de los más veteranos porque debutó como juez de paz de pega en 1995. El de oficiante es uno más de sus personajes. Lo tiene en versión míster Bean, chistoso, borrachín.... Los encarna enfundado en un sobrio traje oscuro, con corbata y cartera negra de la que saca una hoja pergamino conmemorativa.
Ninguno de estos oficiantes vive solo de las pseudobodas. Con cada una se embolsan en torno a 200 euros (los novios quizá paguen más por los intermediarios: el local, la empresa que organiza el evento o ambos). Ofician una veintena al año. Ahora es temporada baja (hace frío y los días son cortos) pero pronto les empezarán a llamar para primavera.
Los momentos entrañables son frecuentes. Y recordados. Como aquel abuelete que al concluir la ceremonia se acercó orgulloso a Sánchez, el actor: "Tan joven y mira: ¡Ya te has sacado la plaza de juez!".

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Ceremonias laicas: ordo ab chaos? Para reflexionar.

¿El ritual laico es sólo una cuestión teórica? Esta pregunta se plantea diariamente en Bélgica dónde es objeto de trabajos que miran de definir mejor su naturaleza y objeto.
Si hay una cosa evidente es que, desde la noche de los tiempos, el Hombre ha concebido rituales y ceremonias que celebran tanto etapas de la vida como acontecimientos cíclicos de la natura. Los rituales iniciáticos, los casamientos, los funerales nos ofrecen numerosos ejemplos, así como las fiestas de solsticio, los encantamientos con ocasión de los eclipses, los cultos al solo y a la luna, entre otras. A veces, estos ritos y rituales tienen que ver con la práctica religiosa o la superstición, pero también con la tradición, el sentido de la fiesta o, sencillamente, con el sentido común popular. Permiten que las comunidades culturales se puedan reunir y sentir que comparten valores comunes. De este modo se vuelve al sentido primero de la palabra “religión”, que viene de religare, ligar. Es a partir de este concepto ―que algunos lo consideran más político que no filosófico― que se crea el vínculo social, del cual deriva el sentimiento de pertenencia. Este sentimiento es capaz de vincular tanto un pueblo como una familia. Para cada una de estas entidades, es bastante importante que sus valores perduren, generación detrás generación. Esta manera de señalar los instantes importantes de la vida parece inherente a la natura humana. Así, pues, se puede considerar probado ―citando Bernard Besret― que “el ritual comporta actos vinculantes más que no creencias”.

La importancia del libre examen
Desde el momento que se admite que el ritual no es necesariamente una construcción religiosa, no se opone en nada al concepto de laicidad, siempre que respete, claro está, el libre examen de quienes recurren a él. Dicho de otro modo, un ritual laico podrá apoyarse en principios, símbolos, significantes varios ―incluso escenarios― que a la fuerza serán interpretados por cada cual según su propia sensibilidad.
Esto es precisamente lo que hace tan difícil la tarea de los delegados laicos encargados de organizar estas ceremonias. Conviene escuchar con atención a los solicitantes, sondear lo que sienten para concebir un momento fuerte que les deje el indispensable sentimiento del hecho exitoso. Hay que decir, pero, que hay quien lo consigue. No hay ningún tipo de formación para la organización de ceremonias laicas. A menudo, los “oficiantes” son voluntarios que tan sólo disponen de un tiempo limitado para concebir y organizar el acontecimiento. Esto es una verdadera lástima, puesto que proponer estas ceremonias es parte de la misión de asistencia moral propia de las organizaciones laicas, antiguamente reservada exclusivamente a los curas. Así mismo, el Centro de Action Laïque (CAL) ha emprendido una gran “obra” por lo que a este punto se refiere que tendría que dar lugar ―a corto plazo― a propuestas y evoluciones concretas.
Por otro lado, la impronta de las ceremonias católicas es todavía muy presente en Bélgica y, entre los que dan el paso de ir hacia la laicidad, no todos tienen la distancia necesaria con el peso atávico del modelo dominante. Es como si, a pesar de querer hacerlo de otro modo, continuaran esperando lo mismo. Es cuestión de tiempo y de cultura... También hay que tener en cuenta que las ceremonias laicas son un fenómeno reciente muy poco conocido todavía entre los “laicos no practicantes”. Crear toda una tradición en unas decenas de años resulta del todo imposible...

Las fiestas de la juventud laica
Uno de los acontecimientos laicos que tiene más éxito es la fiesta de la juventud. La fiesta se organiza desde el año 1964 en el seno de las escuelas oficiales, y su carácter colectivo la hace más atractiva y con más sentido que una ceremonia individual. La fiesta está basada en los valores de laicidad que se enseñan en las clases de moral. Estos son: la ciudadanía, el respeto mutuo, el libre examen, el procedimiento científico y racional, el pensamiento crítico; valores todos ellos que tienen como objetivo la emancipación de las personas. A menudo es el profesor de moral quien es el motor, y la asociación laica local, el operador. El objetivo es dirigir la gente joven a una toma de conciencia de su autonomía; un tipo de liberación que puede tener, para ellos, mucho sentido.
Es evidente que el papel de los padres en una actividad como esta es clave. En una encuesta hecha por el CAL en 2008 entre varios actores, quienes se lamentaban de una carencia de compromiso de los padres en la fiesta de la juventud laica eran muchos. ¿Se tiene que atribuir esto al aspecto colectivo, que tiene más a ver con los movimientos juveniles que con la “comunión solemne”? Es evidente que probablemente el aspecto sacramental de la comunión es el que moviliza la familia, teniendo en cuenta las tradiciones vehiculadas por el entorno católico ambiente. ¿Qué familia laica no ha sido nunca invitada a una comunión en casa de un tío, de un primo? La fiesta de la juventud laica no exige ningún decoro especial, nada de vestidos blancos ni de esmóquines para los adolescentes; ni, sobre todo, nada que ver con el desmadre de regalos habitual, que tanto a menudo hace pensar que son la razón principal para quien hace la comunión de superar esta “prueba”... ¡Esto hace que el compromiso espiritual e iniciático sea muy reducido!

Significado y significante
En cuanto al aspecto práctico, otra dificultad radica en el contenido de la ceremonia. Contrariamente a los rituales religiosos, que tienen una significación determinada vinculada a una “revelación”, una “verdad” o un elemento del dogma, la simbología laica tan sólo existe en relación con la libertad de interpretación de los elementos semánticos evocados en el ritual. ¿Cómo se puede crear, sobre esta base variable, un vínculo social, un sentimiento de pertenencia? La significación de los códigos, medios y símbolos tendrá que ser suficientemente evidente para que sea accesible a una mayoría, a pesar de ser bastante abierta para permitir un amplio campo de interpretaciones. La música, en este punto, es un elemento clave atendida su condición de lenguaje universal, vehículo de emociones a menudo compartidas por miembros de una misma cultura. La elección de textos de referencia de autores humanistas ―como por ejemplo Antoine de Saint-Exupéry o André Conde-Sponville― sustituye con facilidad la salmodia propia de la misa o del sermón.
Hay personas laicas que defienden la instauración de rituales de base que cada cual adecuaría en función de la ocasión. Otros opinan que no se tiene que codificar nada para dejar total libertad a los oficiantes. Esta libertad total, pero, resulta a menudo ―sobre el terreno― cacofonía, lo cual disuade los participantes de recomendar esta experiencia a otras personas. Será mucho mejor que dejemos que los expertos del CAL resuelvan este lío. Mientras tanto, pero, todavía queda la posibilidad de inspirarse en los ritos tribales, masónicos, animistas o populares. O usar la imaginación...

YVES KENGEN. Director de Comunicación. Centre d’Action Laïque. Bélgica.
Publicado en el Informe Ferrer i Guàrdia: Anuario de la Laicidad en España 2011.
Barcelona: Fundación Ferrer i Guàrdia, 2011.